La bendita paciencia, esa misma que nos impone la sociedad y la vida cuando nos pone delante rocas de tropiezo.
Se te pide ejercerla cuando alguien te bloquea la vía cuando más te urge llegar al trabajo al que ya sabes llegarás con minutos de retraso. Tienes paciencia cuando comiendo en el comedor uno de tus colegas se sienta a tu lado con un plato de pescado sin recordar que eres alérgica. Paciencia te pide el cielo cuando tu hija se lleva con los pies el cable que conecta el computador con un archivo sin grabar que te tomará al menos media hora reescribir.
La paciencia es un don, hoy para mí en definitiva lo es.
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