Siempre he
considerado hipócrita predicar humildad y sacrificio y a la vez vivir en el
lujo y la opulencia descarada. Sin ni siquiera ser de fe católica extrañamente
me identifiqué con Papa Giovanni Paolo II pues demostró ser diferente de los
curas que lo rodeaban. Predicaba como vivía. Vivía como predicaba. Con su
muerte cerré los ojos a la Iglesia del todo y tanto más cuando vi quien sería el
sucesor.
El 13 de marzo,
desde la cama de un hospital, mis ojos contemplaron el rostro de un hombre que
me trasportó en el tiempo a esos días en los que escuchaba la voz de mi Papa
Wojtyla con amor.
En los ojos de
Papa Francesco, con su tono de voz calmo, su sonriso sincero y sus palabras
humildes encontré el espíritu bondadoso de Giovanni Paolo II. ¿Ustedes no?
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