Es bello pensar que no todo esta perdido. Es sublime recordar los tiempos en los que siendo una simple, relajada chiquilla no imaginabas lo que significaba ser adulta.
Muchas cosa han cambiado desde entonces, pero ese tintineo de las teclas del computador que se mueven entre las sombras sigue todavía ahí.
Sin lugar a dudas, adoro mis treinta y ocho como amé mis dieciocho.
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