Es sorprendente la poca diferencia que existe entre razas, culturas o géneros cuando al levantarnos una mañana nos interrogamos acerca del orígen de la vida y del por qué nuestro paso por esta existencia.
Las interrogantes van de la mano, y a igual rítmo, con el crescimiento del intelecto personal. Más investigamos, más analizamos las razones y los por qué y más curiosos somos.
El querer saber se transforma en el faro de luz que guía nuestra vida. A cada segundo alimentamos nuestro espíritu con información nueva sin comprender que el pozo de la curiosidad tiene una capacidad infinita.
Bendita la fantasía, el deseo de conocimiento y la posibilidad de adquirirlo. Al menos al final de mis días no dejaré esta existencia lamentándome por las cosas que no conocí o que no realicé.
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