Quien vuelve de un viaje, no es la misma persona que partió.
- Proverbio Chino -


domingo, 10 de octubre de 2010

Escritora busca lectores.


Ante todo aclaro que esta solicitud forma parte de una reflexión personal fruto de todos los meses que han pasado en una lucha constante por publicar mis escritos en forma de libro.
Sí, escribo libros. Hasta ahora he terminado tres y uno está en el horno. El problema es que si hasta este momento he escrito con el deseo de expresar mis muchas inquietudes, fantasías y conocimientos en el presente se han despertado en mi muchas otras necesidades que se han transformadas en psicológicas. Hablo de necesidad, pues es un pensamiento fijo; un sentimiento que me persigue en mi vida diaria.
Una de mis inquietudes más fuertes es el deseo de ser escuchada, leída, creída.
Anhelo ser escuchada por que mi voz, con su timbre único y personal, grita al viento tantas historias que nacieron dentro de mí cuando un silencio exterior me rodeó y un murmullo de voces inquietas me sugirieron un camino a seguir.
Puedo y quiero ser leída por lo mismo que he leído a tantos autores, a quienes he aprendido a amar y respetar, por su particular modo de ver el mundo, el universo, la realidad que nos rodea.
Necesito ser creída. Saber que los sueños no se detienen solo en eso, en sueños.
He dado muchos pasos para verlos realizados.
El primero y más importante fue registrar los manuscritos para evitar posibles plagios. A parte del deseo de no ser copiada por terceras personas, una vez que tuve el número de registro en mi poder vez creí ver materializado mi sueño. Es como si teniendo ese pequeño número en cifras me dijera "soy un escritor".
Otra cosa que hice, casi como si fuera el código de un reglamento, conseguí un agente literario. No olvidaré el día que me dió el "ok" con uno de los dos manuscritos que en ese instante había terminado.
Ya me veía en la entrada de una librería firmando autógrafos y dando la mano a fanáticos impacientes jadeantes por ver a su ídolo en persona.
Claro está, son pensamientos que se calman con el pasar de los días, las semanas, los meses. Esos sobresaltos inquietantes que te estremecen el alma cuando suena el teléfono o cuando llega el cartero poco a poco se silencian. Momentos en los que crees que es tú llamada, tú carta, tú momento.
Después de un tiempo sin saber nada y de pensar que te el destino te ha olvidado, comienzas a desinflarte, a bajar de la nube de pensamientos idílicos en los que te refugiabas durante meses. Entonces, bañada de pies a cabeza de realidad, te decides a actuar por tu cuenta.
Navegas en internet buscando un nuevo agente que quizás tome algo más seriamente tu causa. Al final cambias idea cuando razonas sobre la buena relación que se ha creado entre tú y tu agente. O quizás lo que te detiene es el miedo a comenzar de nuevo desde cero enviando curriculum, copias de manuscritos y un sin fin de datos personales.
Un día, mucho después que te has arrepentido de las dudas que en un momento de tu existencia has abrigado contra tu - casi- conductor espiritual, comienzas a pensar que si encuentras un editor por tu cuenta, quizás las cosas cambiarán.
Otro deseo inconsciente de mantenerte ocupado durante los largos períodos de espera.
Si - como yo - encuentras más de un editor, aún escribiendo en un idioma diferente, dispuestos a leer tu bebé sientes que al fin el futuro se acerca a ti. Te toca. Te acaricia. Consuela tus muchas tristezas, tus instantes de espera.
Es ahora que sabes, entiendes. Vale siempre la pena esperar. No dejar de soñar. Aunque el tiempo pase, aunque no se detenga o te deje pasar no te permitas detener tu mano. Continúa escribiendo. Ama tu fantasía. Acurruca tus sueños. Los aprietas a ti como si pensaras que si no lo haces así un pedazo de tu alma se arrancaría si te dejaran.
Y si algún día te conviertes en un escritor que busca un lector, aquí estoy yo. Te prometo que seré ese fanático que jadea en una cola de personas ansiosas delante de una librería esperando conocer a ese ídolo amado.

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