Un hormigueo estratosférico ha golpeado al gobierno chino ante la noticia de la asignación del codiciado premio Nobel por la Paz a uno de sus ciudadanos.
La prensa y la televisión de estado ignoraron por completo la noticia por lo que la mayoría de los habitantes del país oriental no sabe nada.
Algunos profesores y los blogeros que han osado expresar su alegría por la meritada asignación han sido bloqueados por agentes. Incluso se cree que algunos amigos cercanos al militante pacifista han sido detenidos.
Los brazos del régimen totalitario intentan cubrir la mayor cantidad de facetas posibles, abarcando no solo a sus amigos sino hasta su esposa, a la que mantienen en estrecha vigilancia impidiendo de este modo que hable con periodistas extranjeros.
Hasta ahora medio mundo puede solo suponer que el ex profesor de Literatura Liu Xiaobo no sabe aún que ha recibido el prestigioso reconocimiento. Se espera que mañana su esposa le lleve la noticia al cárcel donde se encuentra recluso desde hace un año y en el tendrá que vivir por otros diez. Un duro precio a pagar por su larga lucha por el derecho fundamental de opinión en su país, una batalla que lo posicionó como líder de protestas en la Plaza Tiananmen en 1989, tomando relevancia internacional y evidenciando la pérdida de derechos humanos y libertad de expresión en Pekin, fue encarcelado durante 20 meses y pasó tres años en campo de trabajo en la década de 1990.
Algunos profesores y los blogeros que han osado expresar su alegría por la meritada asignación han sido bloqueados por agentes. Incluso se cree que algunos amigos cercanos al militante pacifista han sido detenidos.
Los brazos del régimen totalitario intentan cubrir la mayor cantidad de facetas posibles, abarcando no solo a sus amigos sino hasta su esposa, a la que mantienen en estrecha vigilancia impidiendo de este modo que hable con periodistas extranjeros.
Hasta ahora medio mundo puede solo suponer que el ex profesor de Literatura Liu Xiaobo no sabe aún que ha recibido el prestigioso reconocimiento. Se espera que mañana su esposa le lleve la noticia al cárcel donde se encuentra recluso desde hace un año y en el tendrá que vivir por otros diez. Un duro precio a pagar por su larga lucha por el derecho fundamental de opinión en su país, una batalla que lo posicionó como líder de protestas en la Plaza Tiananmen en 1989, tomando relevancia internacional y evidenciando la pérdida de derechos humanos y libertad de expresión en Pekin, fue encarcelado durante 20 meses y pasó tres años en campo de trabajo en la década de 1990.
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